Cuando uno piensa en vacaciones, probablemente se imagina una hamaca, una piña colada y un compromiso firme de no moverse mucho. Pero para algunos de nosotros –los que creemos que el descanso viene mejor después de una buena dosis de sufrimiento físico–, el ciclismo de montaña es la forma más sublime de explorar el mundo.
Ya sea entre bosques húmedos que parecen sacados de una película de aventuras o sobre senderos costeros con vistas que te hacen olvidar los calambres, el ciclismo de montaña ofrece una mezcla de tortura muscular y belleza natural que ninguna tumbona puede igualar.
A continuación, te presentamos cinco destinos de primer nivel para el ciclismo de montaña.
Madeira, Portugal: senderos colgantes en medio del Atlántico para ciclistas valientes
La isla portuguesa de Madeira no es sólo un paraíso para jubilados británicos y botánicos empedernidos. También es una joya para el ciclismo de montaña. Con sus escarpadas montañas que se elevan abruptamente desde el mar, Madeira ofrece una experiencia tan desafiante como gratificante.
Imagínate serpentear por caminos que cuelgan sobre acantilados, pasar por bosques de laurisilva cubiertos de niebla y terminar en un mirador donde el océano parece un espejo roto de azules infinitos.
No es para los pusilánimes. Hay rutas que empiezan a 1.800 metros sobre el nivel del mar y que bajan casi hasta el nivel del mar en un par de kilómetros. Pero si no te rompes la crisma, saldrás con una sonrisa de oreja a oreja y unas piernas que podrías venderle a un ciclista profesional.

La Palma, Islas Canarias, España: descensos volcánicos y paisajes de otro planeta
Otra isla, otra locura maravillosa. La Palma, apodada la «Isla Bonita», no tiene playas espectaculares ni grandes resorts, lo cual es perfecto. Lo que sí tiene es un paisaje volcánico brutal y una red de senderos que parece diseñada por un dios ciclista con tendencias sádicas.
El ciclismo de montaña en La Palma es un asunto serio. Puedes empezar en el Roque de los Muchachos, a más de 2.400 metros de altitud, y lanzarte por rutas que atraviesan pinares, cráteres, barrancos y hasta ríos de lava petrificada.
El contraste de colores y texturas es tan abrumador que te dan ganas de frenar cada cinco minutos, aunque también podría ser por falta de oxígeno.

Isla de Vancouver, Canadá: bosque, montaña y comunidad ciclista
Si te gustan los osos (desde lejos), la cerveza artesanal y los senderos infinitos, la isla de Vancouver es tu sitio ideal para el ciclismo de montaña. Este bastión canadiense combina la belleza de los paisajes del Pacífico con una comunidad local que toma el ciclismo como una religión no oficial.
La ciudad de Cumberland, en particular, ha emergido como un epicentro para los fanáticos de las dos ruedas. Con decenas de rutas mantenidas por voluntarios entusiastas y nombres tan encantadores como Bear Buns o Thirsty Beaver, cada salida se convierte en una aventura peculiar.
Además, los bosques húmedos y los senderos de tierra oscura te dan la sensación de estar pedaleando dentro de un cuento de hadas ligeramente embarrado.

Los Alpes, Francia-Suiza: la meca continental del ciclismo de montaña extremo
Ahora pasamos al continente, donde los Alpes no necesitan presentación. Entre Francia y Suiza se extiende una red casi infinita de rutas de ciclismo de montaña que hacen que cualquier otra región parezca un patio de recreo. Desde Chamonix hasta Zermatt, las opciones son tantas que podrías pasar una vida entera recorriéndolas, y aún así no aburrirte.
Lo bueno de los Alpes es que puedes adaptar la experiencia a tu nivel: hay desde rutas suaves entre valles con vacas que parecen salidas de un anuncio de chocolate, hasta bajadas vertiginosas que hacen cuestionarte tus decisiones de vida.
En cualquier caso, la combinación de montañas gigantes, lagos glaciares y quesos irresistibles hace que todo valga la pena.
Moab, Utah, EE.UU.: ciclismo de montaña en el desierto marciano
Por último, llegamos al desierto rojo de Utah, en los Estados Unidos. Moab es uno de esos lugares que parece más adecuado para grabar una película de ciencia ficción que para pedalear, y sin embargo, es uno de los destinos más venerados por los amantes del ciclismo de montaña.
El famoso Slickrock Trail es un rito de paso. No está hecho de arena ni grava, sino de roca arenisca firme y curvada que desafía toda lógica de adherencia. La sensación de pedalear sobre estas formaciones rocosas con vistas al río Colorado es casi mística.
El ciclismo de montaña no es para todo el mundo, y eso está bien. Pero para quienes encuentran placer en el sufrimiento sobre dos ruedas, estos destinos son algo así como el Olimpo terrenal. Así que si buscas unas vacaciones diferentes, donde el spa sea un arroyo helado y el masaje venga por cortesía del sillín de tu bici, ya sabes dónde ir.

Periodista y viajero. Actualmente soy el administrador del blog de viajes insulares ISLAS VIAJERAS.

