Que nuestro niño se divierta en compañía de amigos imaginarios no debe alarmarnos. Según las estadísticas, entre el 50 y el 65 por ciento de los niños con edades entre los 2 y los 7 años tiene o ha tenido algún compañero de juegos ficticio.
Estos amigos imaginarios pueden ser juguetes, animales o seres inexistentes a los que el menor dota de habla y les confiere caracteres humanos. Son más comunes en edades preescolares, donde el niño tiene menos compañeros para socializar y le sirven como apoyo psicológico para regular y expresar emociones, jugar y hasta incluso pelear[1].
¿De dónde salen los amigos imaginarios?
Los amigos imaginarios son todo personaje invisible que el niño considera real. El menor suele recurrir a su compañía con frecuencia, le da un nombre e intenta que otras personas lo reconozcan, aunque por supuesto los demás no lo pueden sentir o ver.
Este amigo imaginario puede ser un peluche o una muñeca con el que el menor interacciona como si estuviera vivo, o ser completamente nacido de la imaginación del niño. Pueden ser incluso varios, que asumen roles diferentes en su función lúdica o protectora.
El sexo del personaje imaginario puede ser indeterminado, o ser un niño de uno u otro sexo, con una edad similar al del menor. Estos amigos imaginarios tienden a desaparecer en la medida que el pequeño tiene una mayor interacción social, así que van cayendo en el olvido de forma paulatina.
¿Son perjudiciales?
Erróneamente, se llegó a considerar que los amigos imaginarios eran una consecuencia de problemas clínicos e incluso de una malsana habilidad del niño para contactar con fantasmas. Salvo como manifestación de muy contados trastornos, esta presunción es falsa.
Tampoco puede considerarse la aparición de amigos imaginarios como expresión de problemas afectivos, aunque pueden ser un paliativo psicológico en el caso de traumas o abandono.
De hecho, el amigo imaginario es un constructo a través del cual el niño explica realidades que aún no tiene la capacidad de entender o no puede separar la realidad de la ficción. La mayoría de las veces el menor sabe que sus amigos imaginarios son invisibles para los demás, o que él mismo los ha inventado. Pero esto no evita que pueda divertirse jugando con ellos o utilizarlos para manejar sus emociones.
Estos amigos imaginarios son también un auxiliar para que el menor pueda practicar situaciones de interacción real, pudiendo ser una simulación de personas que en realidad existen. A través de esta perspectiva externa, el niño puede replicar comportamientos de otros y llegar a entender líneas de pensamiento ajenas, ver una situación desde otra perspectiva y futurizar como esa persona responderá, en dependencia de los rasgos de carácter con que dote al clon imaginario[2].

Los amigos imaginarios llenan la soledad
La aparición de amigos imaginarios es más frecuentes en hijos únicos o rodeados de adultos. Si el niño tiene contacto frecuente con chicos de su misma edad —un hermano de edad parecida, niños en la guardería, compañeros de aula en la escuela—, va a depender menos de su amigo imaginario.
Estos suelen aparecer cuando ya el niño ha desarrollado el lenguaje y tiene necesidad de comunicarse. Es una etapa normal: en la medida que el menor alcanza la edad escolar ya ha desarrollado lo suficiente su pensamiento lógico como para no necesitar un compañero irreal.
Los amigos imaginarios tampoco aparecen o se mantienen de forma constante durante el crecimiento del pequeño. Así, pueden hacer acto de presencia por etapas, mudar de personajes en la medida que su pensamiento se complejiza o nunca aparecer[3].
¿Debo preocuparme si mi hijo tiene un amigo imaginario?
Si bien la idea de los amigos imaginarios comparte características comunes con los delirios y las alucinaciones —en ellos también se percibe como real algo que no existe—, en esta etapa de la vida del niño es común que prevalezca lo mágico y lo creativo.
De esta forma, el amigo imaginario es capaz de acompañar, proyectar un yo ideal, sirve para practicar interacciones sociales, liberar tensiones, desarrollar la competencia social, luchar con la apatía, mejorar el poder de abstracción y fomentar la creatividad.
Se ha comprobado además que aquellos menores que tienen amigos imaginarios disfrutan de un vocabulario mucho más amplio que aquellos que no, por lo que ayudan a desarrollar el lenguaje.
¿Cómo lidiar con los amigos imaginarios?
Es muy común que los padres no se percaten de la presencia de los amigos inventados. Solamente el 25% de los mayores se percata de su existencia, observando al niño cuando juega solo o preguntándole cuando habla con un personaje ficticio.
Si el amigo irreal no impide la socialización con niños de su edad, no existe una conducta con el compañero irreal o desaparece antes en la adolescencia o la pubertad, no es necesario consultar con un especialista sobre el tema.
Los amigos imaginarios aparecen con frecuencia en niños muy sensibles y creativos, que están profundamente conectados a su imaginación y fantasía. En este caso, lo mejor en fomentar estas inclinaciones artísticas.
Así que no se debe negar la existencia del amigo imaginario, cómo tampoco alentarlo. En cambio, pregunte al menor sobre ese su amigo ficticio, como lo ayuda, que tal se comporta y otros pormenores. De esta forma puede identificar si su hijo tiene alguna carencia y comprender mejor sus emociones.
Al amigo imaginario se le debe tratar con respeto, pero no dejar que el niño se escude en él cuando realiza una mala acción. Ante su aparición, fomente la interacción del niño con otros menores de edad similar. De esta forma tendrá una mejor idea de la forma de pensar de otros en la práctica en lugar de imaginar cómo responderán otras personas ante la interacción social.
[1] https://www.psicoayudainfantil.com/el-amigo-imaginario/
[2] http://www.estudiarpsicologia.com/los-amigos-imaginarios-en-la-psicologia-infantil/
[3] https://www.clinicalascondes.cl/BLOG/Listado/Psiquiatria-Infantil/amigos-imaginarios

Escritor, poeta, editor, farmacéutico, guionista, bloguero… En esencia, un amante de las letras y la vida (no por ese orden, claro).