Con el auge del internet a finales de los años 90 y principios del 2000, nadie imaginaba el papel crucial que las redes sociales desempeñarían en nuestras vidas. Durante esa etapa inicial, internet se usaba principalmente para buscar información, enviar correos electrónicos o participar en foros temáticos, pero no existía la interacción constante, visual y personal que hoy ofrecen las redes sociales.
Al principio lo más parecido a las redes sociales eran los foros o los chats como el IRC el MSN Messenger. Pero el gran cambio llegó con plataformas como Facebook y Twitter y luego Instagram, TikTok, Snapchat y otras más, que transformaron la manera en que las personas, especialmente los jóvenes, se comunican, comparten experiencias y se relacionan con el mundo.
Aunque las redes sociales tienen el potencial de conectar y enriquecer la vida de los jóvenes, también conllevan riesgos importantes para su salud mental. La clave está en fomentar un uso equilibrado y consciente, al tiempo que se promueve la educación digital y el cuidado personal. Es posible aprovechar las ventajas de las redes sociales mientras se reducen los posibles efectos adversos, aunque encontrar este equilibrio no siempre es fácil.
Edades más vulnerables
Los adolescentes y jóvenes adultos, entre los 12 y 25 años, son los más propensos a experimentar efectos negativos derivados del uso excesivo de las redes sociales. Durante esta etapa, las personas están en un proceso de construcción de su identidad, autoestima y el modo en el que se relacionan con otras personas y la sociedad. Las redes sociales amplifican las comparaciones sociales y la presión por encajar en estándares de belleza y éxito poco realistas.
El «scroll infinito», los likes y los comentarios pueden volverse una fuente de validación externa, dejando a los jóvenes expuestos a frustraciones, ansiedad y baja autoestima cuando no alcanzan las expectativas que ellos mismos o la sociedad les imponen.
Efectos positivos y negativos
Entre los efectos positivos de las redes sociales, destaca su capacidad para conectar a personas de diferentes partes del mundo, generar comunidades de apoyo y compartir información útil. Por ejemplo, jóvenes con intereses poco comunes pueden encontrar espacios donde sentirse aceptados y valorados, algo que podría ser difícil de lograr en su entorno inmediato. Además, estas plataformas han permitido movilizaciones sociales y han democratizado el acceso a recursos educativos y culturales.
Sin embargo, los efectos negativos son igual de impactantes. El uso excesivo de las redes está vinculado a trastornos como la depresión, ansiedad, insomnio e, incluso, adicciones. La constante exposición a contenido curado y editado genera una percepción distorsionada de la realidad, fomentando sentimientos de insuficiencia o «FOMO» (miedo a perderse algo, por sus siglas en inglés). Además, el ciberacoso y la sobreexposición pueden dejar secuelas emocionales duraderas en los jóvenes.
Prevención y medidas para evitar efectos negativos
Para minimizar el impacto de las redes sociales en la salud mental de los jóvenes, es esencial establecer límites claros de uso. Por ejemplo, fomentar «detox digitales», es decir, periodos sin redes sociales, puede ayudar a los jóvenes a desconectarse y reconectarse con el mundo físico. Además, educar tanto a los jóvenes como a los padres sobre los riesgos y beneficios de las redes sociales es fundamental. Aprender a identificar señales de alarma, como cambios drásticos en el estado de ánimo o aislamiento social, puede ayudar a intervenir a tiempo.
Si ya existe una adicción, es importante buscar apoyo psicológico. Las terapias de atención plena, como el mindfulness, y la implementación de horarios específicos para el uso del teléfono son estrategias útiles. También existen centros especializados, como por ejemplo el Centro Vilem, donde el joven afectado puede recibir terapia psicológica avanzada para tratar estos casos.
Por otro lado, las plataformas también deberían asumir responsabilidad al ofrecer herramientas que promuevan un uso saludable, como alertas de tiempo de uso o configuraciones que reduzcan la exposición a contenido potencialmente dañino.