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La fama: ¿dónde está el límite de tu libertad?

Hay líneas que, en ocasiones, no están muy bien definidas para uno mismo. Lo que a unos desde fuera les puede parecer algo normal, o en el caso contrario grotesco e inexplicable, a uno le puede parecer lo más lógico en una situación concreta. Vamos a poner nombres y apellidos, y es que el ejemplo más claro de esto lo tenemos en Justin Bieber.

Es una noticia que ha corrido como la pólvora por prensa nacional e internacional: Justin Bieber se fue en mitad de una entrevista en el programa Yu No Te Pierdas Nada. Ese es el titular básico, porque ya dependiendo de a quién leas verás cómo se exculpa al cantante para volcar los argumentos negativos en los colaboradores del programa, siendo Antonio Castelo, cómico y traductor de turno en aquella ocasión, el que más sufrió estas críticas, alegando para ello un nivel de inglés malo (y desde aquí desmiento eso, tuvo un par de deslices como cualquiera, pero encontramos a una persona que se desenvuelve bien en ese idioma) o, y en esto sí estoy de acuerdo, momentos lost in translation: preguntas que no se tradujeron del todo bien y resultaron extrañas para el músico.

Pero sin duda, la palma se la lleva Dani Mateo. En el programa del día siguiente hace unas declaraciones que versaron del hecho de que él lleva muchos años entrevistando a grandes nombres de la cultura, y que todos entienden que se cobra mucho y que a cambio tienes que “soportar” unos contras, como son aparecer constantemente en entrevistas y, en cierta medida, dar parte de tu vida a esta casua. Critica el hecho de que este tipo de entrevistas, con gente de la talla de Justin Bieber, se basa en que “te traen al muchacho en volandas entre cinco y se lo llevan de vuelta”.

Desde luego, Dani Mateo está indignado. Muchos apelan a la empatía con el músico (ya no sólo en redes, si no que en el mismo programa, otro colaborador pidió algo de comprensión para Justin), pero lo cierto es una cosa: ser asquerosamente famoso no te da el derecho a hacer lo que quieras, ¿o sí?

Entramos en el quid de la cuestión, en el momento donde la extravagancia liga con la falta de vergüenza para crear un componente indisoluble que es la fama. Tienes la libertad de hacer lo que quieras cuando quieras porque eres famoso, simplemente eso es lo que nos venden. Habrá gente que reproche tu actitud, habrá gente que ponga de manifiesto lo inadecuado de tu actuación y la poca vergüenza que es irte de una entrevista y más tarde ir a otra en televisión para ser de lo más apático. 

Pero ojo, que habrá gente que te apoyará a muerte, que defenderá todo lo que hagas porque, al fin y al cabo, entienden que tienes tus motivos como famoso necesitado de un aumento constante de ego y repercusión mediática para evitar caer en el oblivion de la gente normal y ordinaria que se centra en hacer lo que se supone que tienen que hacer en las condiciones en las que se supone que lo tienen que hacer.

Porque a todos nos extrañó y criticamos el hecho de que Lady Gaga apareciera envuelta en carne, pero pasó que 1-No se nos ha olvidado y las referencias a ello son constantes; 2-Apareció el sector-de-siempre que defendió esta actitud como innovadora y transgresora. Transgresor. La palabra mágica que abrirá del todo las puertas de lo permitido y lo no permitido.

Porque si nos presentamos uno de nosotros, como seres mundanos que somos, en lugar de crear un bonito recuerdo de los atrevidos que fuimos/intentamos ser, seremos por el contrario motivo de burla constante. Porque si uno de nosotros cogemos y abandonamos una reunión mientras nos están hablando, la gente no atenderá a razones o a empatía. Porque si aparecemos envueltos en filetes para dar un paseo por el barrio, nos tendremos que acabar mudando para abandonar los constantes comentarios de la gente.

Así que, ¿dónde está esa línea que delimita el buen comportamiento de cara al público y el actuar como un maleducado? En el caso de los artistas más excéntricos, esta línea no existe y su vida se basa en una sería de actuaciones que buscan como objetivo último ser portada de revistas que repercutirán en su obra cual maniobra de marketing. Porque amigos, esto no es gratis. Que la cara B de estos comportamientos es el interés económico y comercial. ¿Por qué estamos hablando de Justin Bieber ahora, a una semana del lanzamiento de su nuevo álbum, y no hace tres meses cuando no teníamos indicio alguno de nuevo material? Ya está el dicho de aquel de “que hablen mal de mí, pero que hablen” que define a la perfección este asunto.

¿Está todo calculado? De lo único que podemos asegurarnos es de seguir las palabras de Twenty One Pilots, que en una canción de su segundo álbum estrenado este año, Blurryface, dicen aquello de “We don’t believe that’s on TV, because it’s what we want to see, and what we want, we know we can’t believe”. Todo lo que vemos en televisión o cualquier medio del estilo es un gigantesco show business, en mayor o menor medida. Así que la próxima vez que veáis algo demasiado extraño por vuestras pantallas, pensad que no es más que una actuación que tiene como objetivo hablar de él.

Porque es mejor pensar esto que pensar que nuestra sociedad se está llenando de una generación que iza la bandera de “transgresor” para ocultar la que empuñan otros tantos detrás que es la de “maleducado”.

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