La mayoría de las respuestas que oímos a esta pregunta son, obviamente, “yo no”. En la sociedad actual todos somos clase media. El concepto de burguesía y clase trabajadora se han unido formando una amalgama, donde encajamos sea nuestro sueldo de 7.500€ o de 39.000€. Realmente nos creemos que no existen clases, al menos no claramente definidas, creándonos con esto la percepción de que somos iguales y que podemos cambiar de status fácilmente.
Probablemente nos hemos sentido cómodos los que pertenecemos a la clase obrera porque nos da la sensación de ser iguales que la clase media. Y a los burgueses les da igual porque no les afecta, al no mezclarse con gente que no es de su entorno habitual.
Pero ¿por qué no queremos identificarnos como clase trabajadora? Uno de los motivos es que aún lo asociamos a trabajadores del siglo XIX. Sin derechos, sin estudios, sin cultura, pocos capacitados, sin fines de semana ni tiempo libre. Saliendo de una fábrica donde atornillaban, cosían, o hacían cualquier otro trabajo mecánico sin descanso durante demasiadas horas. Proletariado. Sin recursos de ningún tipo y sin tiempo para tener otra preocupación que la propia manutención y la de su familia. Algo que relacionamos ahora con las fábricas de Asia.
Pero, ¿y si pensamos que clase trabajadora es a la que pertenece aquella persona que gana menos de 17.000 euros brutos al año? Simplemente. Sin connotaciones peyorativas, ni reminiscencias de siglos anteriores. Con la nómina en la mano creo que crecería mucho este grupo social. Una gran parte de esta “nueva” working class con estudios superiores, cultura, tiempo libre, altamente capacitados para el puesto de trabajo que ocupan… Y no únicamente trabajando para alguien, sino un número importante de autónomos que, aún sin facturar el salario mínimo a veces, deben pagar una cuota fija a hacienda. Quizás si no nos fijáramos tanto en el sentimiento que nos produce el término, sino sólo en los números, nos sentiríamos más cómodos reconociéndonos como pertenecientes a una clase social denostada durante muchos años.
Una de las teorías que nos explica la pertenencia a una clase social concreta es la de Jon Elster. Este comenzó a usar el término de “preferencias adaptativas” para explicar el por qué, generación tras generación, pertenecemos a la misma clase social. La idea es (reduciéndolo mucho) que rechazamos nuestro objeto real de deseo para disminuir nuestra frustración por no conseguirlo. Realmente… para que quiero un Ferrari si con mi utilitario estoy bien. Puede ser en algunos casos, aunque creo que el convencernos de algo así viene dado por nuestro entorno social y no por un auténtico convencimiento interno.
Me niego a creer que la mayoría de las personas no queramos crecer respecto a lo que ya somos. Y no sólo respecto a lo material, sino en todos los aspectos de nuestra vida. Yo personalmente tiendo más a creer que nos acomodamos y repetimos pautas que vemos en nuestro entorno por inercia. Pero para llegar a una conclusión fiable mejor preguntamos a un sociólogo, ¿no?

De marketing tradicional a copywritter. De copywritter a CM. ¿De CM a SM?