En la actualidad, tendemos a menospreciar los efectos que el estrés causa en nuestro organismo. Al fin y al cabo, el ritmo que nos impone la vida moderna nos obliga a tolerarlo dentro de ciertos límites, ¿verdad?
Pues no. Si algo ha demostrado los pasados años de pandemia es que si dejamos que el estrés signe nuestra vida, este puede convertirse en patológico y enfermarnos seriamente. El estrés se asocia con la reacción de nuestro cuerpo ante estímulos externos, pero en realidad parte del modo en que afrontamos de forma inconsciente esos estímulos.
Al enfrentarnos a una situación de amenaza o que exige mucho de nosotros, los mecanismos de defensa del organismo activan el trabajo de las glándulas suprarrenales y la hipófisis. También se estimula el hipotálamo, lo que provoca síntomas perceptibles como temblores, inquietud, alto ritmo cardiaco, sudoraciones, pupilas dilatadas o el erizamiento del cabello de la piel en las piernas y los brazos.
Esta respuesta de “pelea o huye”, nos mantiene atentos y vigilantes, pero si se transforma un estado permanente, afectará nuestra salud.
El estrés en tu organismo
La respuesta ante el estrés parte del sistema nervioso simpático. El organismo libera catecolaminas, como la adrenalina, la noradrenalina, la encefalina y el cortisol. Finalmente, se descarga en la sangre altos volúmenes de glucosa, aminoácidos libres y factores inmunitarios y de coagulación.
Esto no es más que nuestro cuerpo preparándose para afrontar una situación extrema, pero las complicaciones surgen cuando esta repuesta se prolonga demasiado en el tiempo. Estas reacciones orgánicas provocan reacciones adversas y efectos secundarios no deseados.

El exceso de estrés = enfermedad
La alerta y vigilia constante agota las reservas de las hormonas y neurotransmisores necesarios para regular nuestra actividad nerviosa y metabólica. Aparecen entonces enfermedades que incluyen la ansiedad, la depresión, la trombosis, la inmunodeficiencia y la diabetes.
Varios estudios sobre el tema señalan que el organismo comienza a desarrollar resistencia a los altos niveles de tensión, por lo que se disminuye la sana respuesta de pelea o huye ante peligros reales. Un estilo de vida saludable que incluya el ejercicio físico ayuda a evitar este fenómeno, mientras que altas cargas de trabajo y preocupaciones disminuyen nuestra capacidad de adaptación.
Dos personas nunca van a reaccionar del mismo modo a un estímulo, ni la misma persona reacciona igual en dos momentos diferentes de su vida. Por ello, necesitamos aprender a escuchar a nuestro cuerpo cuando nos dice que es tiempo de bajar el ritmo y reducir nuestro nivel de estrés.
¿Cómo saber que el estrés te está afectando?
Los primeros síntomas de estrés excesivo son:
- agotamiento,
- cambios repentinos de peso
- diabetes
- dolores de cabeza y cervicales, por contractura de los músculos del cuello.
- insomnio
Según la medicina tradicional, los primeros órganos en verse afectados por el estrés son el intestino grueso y los pulmones. Más tarde le seguirán el páncreas, el corazón y la memoria. Otras enfermedades que se asocian a altos niveles de estrés son la hipertensión, la inmunodeficiencia, la obesidad, la osteoporosis y varios trastornos cognitivos.
Esta situación es tan preocupante que muchas empresas contratan especialistas para identificar estos problemas y atajarlos a tiempo, para preservar la salud de los trabajadores de sus trabajadores más valiosos. Pero no hay que esperar que otros cuiden de nuestra salud: si te sientes agobiado por el estrés, la apuesta más segura es acudir a un especialista que nos ayude a prevenir futuras complicaciones.

Factores que activan una crisis de estrés
Los factores estresantes o estresores son circunstancias que desencadenan la activación del estrés. Estos estímulos pueden ser internos o externos, pero en todo caso ocasionan un fallo en el equilibrio dinámico del cuerpo.
Uno de los ejemplos más conocidos de este proceso es el llamado estrés postraumático, cuya mera terminología explica la causa y el deterioro de la salud del paciente luego de una situación extrema que no se logra superar.
Así, los estresores se pueden clasificar en cuatro tipos: únicos, múltiples, cotidianos y biogénicos.
Únicos
Ocurren por cambios drásticos en nuestro entorno, como cataclismos y otros fenómenos.
Múltiples
Son estresores que afectan a pequeños grupos, producto de trastornos vitales y significativos para ellas. El miedo y la inseguridad que provocó y provoca la pandemia del COVID-19 puede considerarse un estresor múltiple.
Cotidianos
Son los imprevistos o molestias rutinarias en nuestras vidas, que van acumulándose unos con otros.
Biogénicos
Son producto de la activación de mecanismos químicos y físicos que despiertan el estrés, sin la mediación de procesos psicológicos.
El estrés se desencadena ante situaciones que desequilibran nuestra psique, cuando padecemos una enfermedad, por confinamiento lejos de la sociedad, por frustración y aislamiento, por la percepción de una amenaza, por presión ambiental o social, o por traumas repentinos.
Adicción y nivel de estrés
Uno de los efectos más estudiados del estrés es la depresión. Esta puede dañar nuestro corazón y el sistema digestivo, o causar adicción a determinadas sustancias o comportamientos que los pacientes usan para tratar de controlar su estado de desequilibrio. Estas pueden ser la adicción al tabaco, el alcohol, los fármacos, o comportamientos que van del comer de forma compulsiva y a la ciberadicción.
Una vez identificado uno de estos factores y que se demuestra su relación al estrés, se debe tratar de manera positiva buscando el origen del trauma. También es necesario controlar la adicción como padecimiento secundario.

Luchemos contra el estrés
Una forma de luchar contra una situación determinada que nos causa estrés es repasarla y estar alerta, para que en el momento que se repita realizar algunos ejercicios de relajación y respiración que nos ayude a calmarnos. El movimiento estable del oxígeno en nuestro cuerpo y el estado de tranquilidad que propicia una respiración controlada y la meditación combate los estados de estrés.
Por supuesto, no enfrentarse a situaciones traumáticas es la mejor forma de evitar el estrés, así que planificar las acciones del día a día puede preverlas y salirles al paso. También ayuda mantener una dieta saludable y practicar ejercicios de forma frecuente. El uso de juegos es otro método adecuado para evitar y relajar tensiones, además de que distrae la mente de las causas que está generando estrés.
Por último, una recomendación de los especialistas para evitar el estrés: ría mucho. Se ha demostrado que la risa al menos dos veces al día es uno de los anti-estresantes más efectivos, así que haga el tiempo para ver una comedia y reírse a mandíbula batiente.

Escritor, poeta, editor, farmacéutico, guionista, bloguero… En esencia, un amante de las letras y la vida (no por ese orden, claro).